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Granja Agroecológica Rosita

Me voy del campo pa’ la ciudad…

 “Yo llegué aquí por un sueño” dice Rosa mientras alista la mesa para servir un tinto campesino recién hecho. El frío se siente más fuerte en las laderas de los cerros de Bogotá, en las partes altas del barrio la Perseverancia. Ella no prepara chicha, como muchas de las señoras que habitan este barrio tradicional de la capital, dedica su tiempo al cultivo de productos agroecológicos en su granja y a enseñar los saberes ancestrales del campo. Mientras sopla el tinto caliente, cuenta el sueño al que se refería: había un muro de ladrillo gris, y a través de este, una granja hermosa llena de plantas y frutos. Unos días después del sueño, encontró ese muro, pero detrás no había una granja sino montañas de basura y desechos. En vez de desilusionarse, decidió convertirlo en su hogar y en una de las primeras granjas agroecológicas de la ciudad. Gracias a su poder de convocatoria llegaron 250 personas, de las cuales sólo esperaba 20. Entre todos limpiaron el terreno y sacaron 250 bultos de basura.  Luego, ella y sus hijos fueron limpiando el espacio durante varios años.

Con el sueño de continuar las tradiciones del campo que le enseñó su madre y abuela, se asentó en ese lugar que hoy es la granja, donde Rosa se resiste a abandonar los saberes del campo aún en la ciudad. Antes de que su abuela muriera a los 116 años, le encomendó la tarea de cuidar un banco de más de 200 especies de semillas criollas que ella y sus ancestros estuvieron guardando para resistirse a su desaparición. Entre estas, tiene más de 32 tipos de semillas de frijoles, cuando la mayoría de citadinos apenas podemos nombrar alrededor de 4. No es fácil entender que haya gente muriéndose de hambre en un país con tierras fértiles, diferentes pisos térmicos y una variedad de condiciones climáticas que permitirían sembrar y suplir el hambre y la malnutrición en el país. Sin embargo, la ley 1032 de 2006 y la Resolución 970 de 2010 prohíben la comercialización de semillas criollas y utilizan mecanismos sutiles como ciertos estándares de calidad para expandir la comercialización de transgénicos y favorecer a corporaciones internacionales poderosas que proclaman derechos de propiedad sobre semillas, material genético y plantas, entre otros. 

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